sábado, mayo 20, 2006

el día que me coma una bala calibre...

Le preguntó revólver o pistola?
El lo pensó un momento y contestó revólver, es el del tamborcito, no?
Si, es el del tambor le contestó el tipo...con una voz que lo hizo sentir un infradotado, lo miró despacio, bien despacio.
Oiga, el 22 es el que más usan lo suicidas, sabía? El negó.
No lo sabía, por qué iba a saberlo, no había hecho un curso para suicidas, solo se decidió por ese porque era más barato que un 38 y lo iba a usar una vez, para qué tanto lujo.
Cumplimentó las formas, de todos modos no iba a portar armas...a las armas las carga el diablo. A ésta la iba a descargar el...
Eso había sido hacía un maldito mes y todavía no podía. No era como comprometerse a prestar una garantía para algún amigo insolvente, ni prometer amor eterno y creer que no hay amor eterno.
Era algo que lo había rondado por años y como si fuera natural desde hacía un par de meses sentía que ya estaba, que ya basta, que ya fue.
Esa tarde caminó como una sombra a la casa de su madre, porque de su padre no era, era de su vieja...sin importarle quien figurara en el titulo de propiedad.
Y el viejo estaba, putamadre.
La miró fijo, estaba como mas bajita y gris ceniza como siempre, le pidió por última vez Mamá vení conmigo. Y ella le contestó una vez más en diez años...no puedo.
Viejo borracho, pegador hijo de puta, pensó, hijo de una gran puta.
No insistió, no tenía sentido, ya había hablado, había llorado, le había rogado tanto, la hubiera ahorcado el mismo por querer seguir al lado de un tipo que le había dejado más
marcas en el cuerpo que a el mismo.
Y eso ya era mucho decir.
Tenía el mismo color de ojos que su madre y ninguna resignación, eso se lo dejaba a ella. Sentía odio no resignación.
Me voy antes que se levante, mamá, vení conmigo.
No puedo, se va a morir solo como un perro.
Es un perro, le contestó.
Era así cuando lo conocí, Gabriel, no puedo decir que nadie me lo avisó.
Eso no tiene nada que ver, hiciste lo posible vieja, hiciste lo posible...y lo imposible. Gabriel, andá hijo, andá antes de que se despierte.
La abrazó tan fuerte como pudo, tratando de no pensar en nada, en nada, solo en irse.
Y se fue, antes de que se despertara.
Hacía tres años que no le veía la cara, la última vez si no hubiera sido por la vieja hubiera ido en cana, pero lo hubiera matado con gusto, lo hubiera matado dos veces, o diez, o mil por cada uno de los golpes que habían hecho que su madre se pasara tres o cuatro
días sin salir ni a comprar el pan. Por todo, por cada cosa...
Ahora ya había visto a su madre, mejor así, no quería estar horas con ella mientras el viejo laburaba, no iba a despedirse o no iba a poder comerse la bala que había elegido para
que su pequeño infierno al fin terminara.
Y no podía matarlo porque muy en el fondo sabía que lo que le resultaba más duro de tragar era que en realidad su madre quería a ese viejo de mierda, lo quería de una manera que el no hubiera entendido ni en mil años. Como para esperarlo todas las tardes y como si fuera a venir a verla un esposo amoroso y no ese hijo de mil putas...
No lo pensó más, algo que allí estaba atorado lo había ayudado a convertirse en el perdedor
que era, y no se le hubiera ocurrido echarle a eso la culpa pero no tenía ni idea de como salir. Así que un día se le apareció la idea del final y la fue aceptando como quien va dejando de comer con sal y un día ya está, ya come sin sal.
Aunque las cosas no salen nunca tan prolijitas. Mucho menos terminarlo todo.
En ese mes había hecho todo lo posible por acostumbrarse a un arma...le parecía una perversión más que un preparativo para suicidarse porque casi se había encariñado con ese 22 . Nunca había tenido un arma en la mano hasta que la fue a comprar.
Sentía lo que se supone tantos idiotas sienten, un inmenso poder, el de matar...el de terminar con una vida, la propia.
Y se había portado como un pendejo, suponiendo que no iba a poder abrir la boca para dispararse, como si jugara se había marcado la sien con un marcador una y otra vez, como si se estuviera probando un traje y ajustándose la corbata. Le daba placer esa locura, le daba un placer nuevo, tatuarse la entrada de la bala con una birome azul...ahí justo en el medio...y apoyar el caño, sentir la fría boca de ese caño como la boca de una mina de hielo.
Era lo único que había sentido como poderoso en años.
Muchos años de una vida de mierda, desde que tenía memoria, desde chiquito y todo lo que podía recordar, la primaria, el secundario en una escuela técnica, siempre solo y siempre la vuelta a casa sacudido por el miedo y la rabia de lo que sabía iba a repetirse otra vez, los gritos, los empujones, los vecinos...el llanto apagado en cada cama, cada almohada.
Y no había tenido un amor, ni uno de prestado en toda su vida, solo había pagado por algo
que pareciera amor, pero le daba asco, le repugnaba pagar por lo que en realidad no sabía cómo conseguir, no era eso lo que se suponía que el quisiera, y no lo quería.
Una vida sin ilusiones, no gris, no blanca, no negra, no color o sin color...no, nada.
Excepto por esos esporádicos ataques, como de una epilepsia de paz o de pasión, demasiado esporádicos para que pudiera recordarlos después.
No vivía en la oscuridad sino como en una continua luz que no era de sol sino una bombita de 500.000 wts. que le daba jaqueca tras jaqueca...
Y cada tanto ese cortocircuito, o un eclipse eléctrico...en medio del tedio, en medio del laburo ,y jamás cuando estaba solo...como si le tuviera miedo. Mientras revisaba la misma pila de papeles que mañana iban a tener otro numero de serie... el cortocircuito se desencadenaba...y se veía caminando en una playa del sur, bien al sur, bien frío, con la piel de la cara curtida, juntando piedras, tirando piedras, girando para lanzarlas lejos, sintiendo el agua en los pies...solo.
Mirando al horizonte, oyendo el mar, como si el sonido lo partiera al medio o viniera desde adentro, desde el ombligo para afuera. Con esa fuerza.
O el eclipse eléctrico tomaba forma de mujer, de mujeres como las del cuarto piso, las dos que laburaban en compras. Las dos juntas, o una a la vez. Y se tensaba hasta que sentía que iba a deshacer el escritorio con los puños y se tenía que parar discretamente, sin que Gorriarena lo junara, sin que el pelado se diera cuenta, y caminar hacia el baño, haciéndose el boludo...
Pero el eclipse duraba lo que duraba...solo un rato. Y el desahogo también.
No aparecía en su departamento, no andaba con el por la calle, no lo ayudaba a buscar una mujer, el eclipse lo transformaba en un freak más de lo que lo hacía la rutina...casi lo hubiera soportado sino fuera por esos momentos, en que se sentía humano, y necesitado, un tipo, uno como cualquiera, solo como miles.
Le importaba una puta mierda sentirse deprimido, le importaba un carajo por qué fuera, solo quería que eso terminara. No quería sentirse humano, ni necesitado.
No sabía como ser.
Todos los días eran el mismo día, separado en silabas de 24 horas y nada más.
La gente normal se deprimía los domingos, el no conocía la diferencia...le daba igual que fuera lunes o miércoles a la noche. No entendía a qué se referían con eso de los domingos, qué diferencia le encontraban. Para el era todo lo mismo.
Le resultaba igual comerse una hamburguesa que un kilo de asado, o una manzana que dos yogurts. O nada, todo le sabía igual.
Y esa noche era la última noche y no habría mañana, por más que se hubiera encariñado
con el 22 corto.
Eso pensaba mientras caminaba desde la casa de su madre, atravesando dos barrios, más de cuarenta cuadras, pero era la última vez.
Cuando abrió la puerta lo recibió el mismo olor...el que se instalaba sin sorprenderlo cada vez que la ciudad se empapaba de lluvia por más de dos días.
Bebió café bien caliente...y aprontó unas hojas y unos sobres...le pareció que era el protagonista de una película demasiado mala, porque hasta ese momento no se había dado cuenta que tenía que escribir una carta.
Tres.
A su madre, diciéndole que era una decisión propia, que ya no podía seguir cuidándola sin poder cuidarla. Que aceptaba su decisión de seguir al lado del viejo hasta el final, y que lo que iba a hacer no tenía que ver con ella...tenía que ver con él, y puso en el sobre los dos mil quinientos pesos que tenía ahorrados.
Y a su hermana para que fuera más seguido y tratara de hacer algo por la vieja, ya que ella había hecho lo posible por aliviarles ese calamidad de vida a pesar de haberla elegido...sin
prever cuales iban a ser las consecuencias.
Al juez, para que quedara claro que era suicidio.
Le causó gracia...Sr. Juez.
No había pensado que era muy frío matarse en el baño, ahora le resultaba muy frío pero por alguna razón quería mirarse a los ojos...y el único espejo estaba en el baño.
Se tomó un vaso de vino y luego otro...
Camino al baño con el revólver haciéndole peso en la mano y las balas como flotando en el bolsillo de la camisa.
La luz del tubo fluorescente le molestó los ojos lo apagó, prendió una de las luces de las tulipas de color azul.
Cargó el arma, seis balas para un solo disparo.
Se miró con detenimiento, se tocó la barbilla como si se estuviera rasurando y sintió nauseas, apoyó el revólver junto al jabón, se afirmó con las dos manos al lavamanos.
Levantó el revólver, y antes de apoyarlo en la sien sintió otra vez la tentación de girar el tambor, y lo hizo.
Una vez, otra, otra, y por primera vez estando solo sintió el cortocircuito
Estando solo, un relámpago oscuro como un agujero negro mientras seguía girando el tambor y ese ruidito le sonaba distinto, y era como rodar por una playa fría, como mirar
el mar que nunca conoció, como si el agua fuera a subir hasta mojarle las piernas y siguió girándolo...
Paró.
Apoyó la boca del 22 en la sien, metió el dedo en el gatillo y se miró, se miró, mientras las lágrimas le caían por la cara como la lluvia interminable de Buenos Aires, se miró y vio sus 34 años en el espejo turbio, se miró y se vio débil, humano, realmente humano y sintió miedo, pero con ganas, ganas de matar algo que no era el, algo que no era la cara que
lo miraba en el espejo...con las manos temblando destrabó el tambor.
Sacó una bala.
Se metió la bala en la boca.
Y tragó.


2 Comments:

Blogger Pierre said...

por la c%)·=?)%·=")%dre esto está muy bueno, el final el final me desutryó sobr todo cuando dice "Estando solo, un relámpago oscuro como un agujero negro mientras seguía girando el tambor y ese ruidito le sonaba distinto, y era como rodar por una playa fría, como mirar
el mar que nunca conoció, como si el agua fuera a subir hasta mojarle las piernas y siguió girándolo..."
sabes miriam?
yo tengo miedo a escribir largo pero ayer estuve leyendo rayuela y pensé que si se puede escribir largo y bien y me ha gustado esto mucho, me he acordado como es eso de llevar de la mano a la gente por un camino lento y sin movimeinto hasta que al final de un palazo les rompes la cabeza
miriam, muy bueno

23/5/06 02:02  
Anonymous Anónimo said...

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24/11/09 09:06  

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